Llevaba seis años sin verle, y ya no le veré nunca más. Hoy he sabido, por pura casualidad y con tres meses de retraso, de la muerte del Jonny, el Jonny de Cornellà, para el Estado Joan Senne Picazo. Y se me ha subido la bilis a la garganta y se me han asomado las lágrimas a los ojos, por una persona con la que me crucé hace años y que luego salió de mi vida como había entrado, sin hacer ruido. Y he tenido el arranque de escribir unas palabras en su memoria, y además he tenido la tentación de hacerlo a su manera, es decir, borracho perdido en la barra de un bar. Pero eso es algo que solo el Jonny podía hacer sin perder la dignidad. Acodado en la esquina de la barra de un antro -cuanto más oscuro mejor-, envuelto en una nube de humo propio y ajeno, escribía como un maníaco en un minúsculo bloc de anillas. Así lo conocimos en Granada, y así lo acogimos como un refugiado más de los muchos que llegaban allí continuamente.
Nunca me permitió leer el contenido de sus libretas. Me queda Rendijas de oscuridad, un libro de poesía que se editó él mismo, un libro tan punk que no tiene ni ISBN. Sigo abriendo el Rendijas de vez en cuando, aunque cuantos más años cumplo más miedo me da ese libro, y aún me sorprenden versos que conozco de memoria (buenos días, pequeña punkarra de los ojos grises). Yo no soy una persona inclinada a la lírica, y me siento incapaz de decir si el Jonny fue o no un buen poeta. De lo que no tengo ninguna duda es de que fue un poeta de verdad. La desesperación y la profunda tristeza de sus versos no eran un problema estético o formal. Hay un umbral en que ni la métrica ni los acentos importan ya una mierda. Un día de agosto me lo encontré en el Albaicín, a las cuatro de la tarde, vestido completamente de negro bajo aquel sol que mordía. Botas, pantalón pitillo, camisa, chaleco, chupa de cuero y pañuelo al cuello. Ni siquiera sudaba. Nos saludamos y nos sentamos a la sombra a fumarnos un cigarro. Jonny, le dije, ¿qué coño haces vestido de negro hasta el cuello, subiendo cuestas por el Albaicín a las cuatro de la tarde en pleno mes de agosto? Sin mirarme siseó: Estamos de luto por tantas cosas... Yo no tuve respuesta. A mí me pareció simplemente una frase contundente de las suyas, porque yo entonces era un niñato y no me enteraba de nada. Hoy se que el luto del Jonny se hacía de daños causados y recibidos, fracturas en el alma, puentes dinamitados, ocasiones perdidas para siempre, derrotas individuales y colectivas, adicciones, amistades perdidas y amigos muertos. Estamos de luto por tantas cosas, y era como decir: qué me importa el sol de afuera, si el infierno ya lo traigo dentro.
Nuestro infierno lo traemos todos, pero lo que diferenciaba al Jonny era su actitud ante él. El Jonny fue -o así me lo parece- un hombre capaz de mirar al dolor cara a cara, sin paliativos, sin ilusiones, sin miedo ni esperanza. Y el dolor le devolvía la mirada. Sólo he conocido a tres personas así, y porque el Jonny fue una de ellas estoy aquí escribiendo. Su única defensa era la poesía, y por eso afirmo que fue un poeta de verdad: porque le iba la vida en ello. Como era un proletario y un macarra, jamás estudió literatura, ni le presentaron a un editor, ni asistió a un acto literario con copa de vino al final. Nada de eso se estilaba en la Cornellà indomable y chunguísima de su juventud. Tanto peor para las letras españolas. Tanto mejor para Cornellà.
Puesto que llevaba el estigma del dolor, el Jonny no fue alguien muy querido en Granada, ni siquiera en aquella época en que aún no racionábamos el cariño. La tristeza es la lepra de nuestros tiempos, y eso que él la llevaba con mucha elegancia. No niego que el Jonny no tenía buen beber, y eso no ayuda a nadie. Tampoco niego que en cierta medida fuera víctima de su personaje -como lo somos todos-, pero a pesar de tanta oscuridad filtrándose por todas sus rendijas él poseía, detrás de sus gafas de Drácula de Coppola, la mirada más cálida y más amable que yo he visto jamás. Supongo que la miopía le ayudaba. Pero esa mirada no mentía nunca.
La última vez que lo vi fue en 2004, por un encuentro casual en Cornellà, donde él había vuelto hacía tiempo. Nos divertimos enviándonos notas de una punta a otra de la barra, con la camarera, amiga suya, haciendo de paciente mensajera. Estuvimos hablando de un proyecto común que nunca realizamos, donde él pondría el texto y yo las ilustraciones. Se iba a titular La generación perdida, e iba a hablar de todos sus amigos que sucumbieron asesinados con heroína. Eran sus muertos y yo los hice míos. Ahora el Jonny es otro de mis muertos, pero dudo mucho que su generación estuviera más perdida que la mía. Es solo que a la suya la exterminaron. Aquella noche nos abrazamos, hicimos proyectos y nos dijimos que nos vemos pronto y tal y cual. Y hasta hoy.
Ahora me pregunto qué ha sido de las libretas del Jonny, de su chaleco de cuero, de la navaja automática que perdió una noche al póker, y sobre todo qué ha sido de su mítico baúl, el querido, enorme y desgastado baúl con el que viajaba y donde guardaba sus escasas pertenencias y sus libros y libretas. Lo que realmente me gustaría es que lo hubieran enterrado dentro de su baúl. Sería un acto de justicia poética de los que rara vez se ven.
A sus amigos de verdad nunca llegué a conocerlos; a quienes tuvieron que sufrir su mal beber les suplico indulgencia; a los que lo vieron pasar por Granada les pido que lo recuerden con cariño por un minuto, y no necesariamente en silencio. Yo me honraré siempre de haber sido colega suyo, ya que no amigo íntimo, y de haberlo tenido en mi casa, durmiendo en mi sofá de eskai de cuarta mano. De él me quedan (además de un par de anécdotas espinosas) su mirada y sus versos. Le estaré siempre agradecido por la pequeña parte de mi educación que le corresponde, y nunca me olvidaré de él ni de su generación perdida.
(Alvaro García, Barcelona 2.010)
¡¡¡Que emocionante ver a alguien amar asi a un amigo...se me han saltado las lagrimas.....
ResponElimina¡¡que grande fue Joni pero que grande eres tu tambien Alvaro....!!!!
de pronto he visto sus ojos mirarme por encima de sus gafas con su media triste sonrisa diciendome "otra vez sales corriendo de mi sin motivo aparente"...y yo me lo miraba abriendo un abanico de motivos aparentes que hacian lo nuestro imposible pero que en realidad el unico ridiculo motivo que yo tenia es que en vez de parecer un punk Jony se perecia demasiado a Jhonn Lennon y eso no me ponia romantica...pero aun asi jamas lo maltrate pues él y yo eramos un par de frikis hermanados en un mismo universo de soledades e incomprensiones.......
un abrazo mortal
SIL.
he colgado un link a este post al final de la entrada de este link que te envio...
ResponEliminahttp://ultimoresorte2.blogspot.com/2011/02/mensaje-para-el-negro-de-cordoba.html
un texte bestial que tothom desitjaria que desgranés algun amic per nosaltres quan ja només pot viure el teu record, en els records i imatges dels altres...amb l'exacte emoció i sensibilitat... directe, clar, transparent... jo el recordo a la plaça Catalunya de Cornellà, esperant el bus com nosaltres, tots tres enmig de l'hivern, amb uns abrics o gabardines sinistres que ens tapaven fins els tormells, i escandaloses cares desencaixades de diumenge al matí, que hi ha que fitxar a taula dels pares, i on la nit de dissabte ha estat massa llarga..
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