Poco a poco, y sobre
todo a partir del 20 de septiembre, cuando se cruzó la línea del no
retorno del actual movimiento independentista republicano catalán,
las individualidades y organizaciones libertarias han ido
posicionándose al respecto. Sí, soy consciente de que algunas ya lo
habían hecho anteriormente y no pretendo tergiversar la realidad, el
objetivo de este “poco a poco y sobre todo a partir del” es
exclusivamente dar a entender que este es un conflicto tan delicado
para los “integrantes” del movimiento libertario que el
posicionamiento está resultando complicado.
He seguido algunos de
esos posicionamientos, aunque leyéndolos de manera vertical, sin
prestar excesiva atención (no por falta de ganas si no por falta de
tiempo) a excepción de los textos firmados por Tomás Ibáñez,
compañero cuyos textos me gusta leer.
De su texto fechado el
3 de octubre, que no voy a valorar aquí, me gustaría opinar sobre
un concepto que me llamó la atención: “los argumentos
anarquistas”, el hecho de que le cueste “entender (…) que se
justifique la participación en esa lucha mediante argumentos
anarquistas”. ¿Existen dichos argumentos anarquistas? ¿Se pueden
utilizar como columna vertebral del movimiento?
El anarquismo es un
movimiento, como el propio Tomás nos ha explicado, cambiante. Un
movimiento que se mueve constantemente. Y en el Estado español, está
conformado por docenas de organizaciones y miles de individualidades
que desde hace años no nos ponemos de acuerdo a la hora de trazar
unas líneas colectivas de acción. ¿Cuáles deberían ser entonces
los argumentos anarquistas mediante los cuales analizar la situación
actual del conflicto catalán? Me temo que esos argumentos son tan
heterogéneos y heterodoxos como el propio movimiento libertario y,
por lo tanto, pretender unificarlos es imposible y, de hacerlo,
llevarían a una nueva caza de brujas a las que tanto nos hemos
acostumbrado desde 1978 (¡casualmente la fecha nos une a Santa
Constitución!).
Hace muchos meses me
posicioné públicamente a favor de la república (esto no es cierto,
pero mi carácter provocador me puede, como Tomás ha explicado
perfectamente, muchos nos posicionamos contra la monarquía, hecho
que en este contexto implica estar por la república, única salida
realista y tangible) y de la opción de dinamitar el Estado español.
Llegué a la conclusión de que podía hacer público mi
posicionamiento, o mejor dicho, llegué a dicho posicionamiento,
después de realizarme dos preguntas. (En realidad fueron más,
muchas más, pero que se pueden condensar en dos preguntas abiertas y
en las ganas de responderlas sin tapujos y sin miedos).
Una, la primera, era
una pregunta de índole colectiva, y la segunda (que debía servir
para refrendar definitivamente, o no, la respuesta a la anterior) de
carácter exclusivamente personal. Y ambas preguntas me las formulé
en clave de considerarme parte de algo colectivo como es el
movimiento libertario. ¿Podrían ser, entonces, estos los argumentos
de los que hablaba Tomás? Lo dudo, pero en cambio tengo clarísimo
que estos sí que son unos de los muchos argumentos “anarquistas”,
o mejor dicho, argumentos del movimiento libertario. Y quizás ahí
está la diferencia…
La primera pregunta, la
colectiva, era si el movimiento libertario, como colectivo y por
extensión la mayor parte de sus miembros (me cuesta referirme a la
totalidad cuando hablamos de un movimiento tan distinto, con tantos
matices), tenía algo que perder. Era una pregunta abierta que
encerraba en su interior, también, la pregunta contraria: ¿Puede
salir reforzado el movimiento libertario o tiene algo que ganar?
Debo reconocer que de
la doble formulación, la negativa y la positiva, para mi pesaba
mucho más la primera, el hecho de no tener nada que perder, porque
después de tantos años de alejamiento de la masa social, de la
gente, de poca incidencia real en la sociedad, estoy dispuesto a
aceptar cualquier posibilidad de cambio tan solo para que el
anarquismo pueda seguir en movimiento y salir del gueto.
La pregunta individual
era, obviamente, la misma ¿Qué tengo que perder como anarquista?
Todas las respuestas me
llevaron al mismo destino. Como siempre con muchas contradicciones
(porqué como libertarios, en este mundo capitalista y
compartimentado territorialmente, es imposible alcanzar la pureza)
pero sin fisuras.
En lo colectivo: El
movimiento libertario catalán (si es que se puede adjetivar así sin
desatar las iras de santa acracia) no tiene nada que perder. No va a
estar peor si se declara la República Catalana. Es una realidad que
donde tiene mayor peso del Estado español es aquí, y por lo tanto,
donde tiene mayor capacidad de realizar ciertas alternativas es
también aquí. ¿Debemos seguir esperando a que la revolución sea
posible globalmente, en todo el planeta en el mismo instante, para
seguir manteniendo la pureza anarquista antinacionalista? ¿O es que
el problema es que solo tenemos derecho a la revolución ibérica
porque así lo decidieron nuestros antepasados hace cien años?
Permitidme decirlo (y
crucificadme por ello, si así lo creéis oportuno –o llamadme
supremacista catalán, como ya han hecho algunos), pero el pueblo
catalán ha demostrado a lo largo de los últimos años estar
capacitado para forzar a sus políticos a aceptar leyes de progreso
social que se cuentan entre las más avanzadas de Europa, y, por
desgracia, los políticos españoles no están dispuestos a conceder
ningún tipo de avance en esa dirección. No, no voy a ser yo quien
decida si el pueblo español está capacitado para forzar a sus
políticos a aceptar sus voluntades, pero en cambio sí que me atrevo
a aventurar que es la democracia española la que no está capacitada
para dichos avances.
Esto es tan solo un
pequeño extracto de las muchas cuestiones que surcaron mi cabeza
para, en definitiva, llegar a la conclusión de que el movimiento
libertario no tiene nada que perder si finalmente se produce el
cambio y dejamos de vivir en el Estado español para pasar a vivir en
un Estado catalán.
Y en el ámbito
personal, los que me conocen ya saben que la esperanza me puede…
1- Acabar con la
monarquía (o sea dejar de ser vasallo de un tipo al cual le debo
pleitesía por sus antepasados).
2- Acabar con nuestra
esquizofrenia catalana (nunca fuimos nacionalistas y no nos importó
tener dudas, “¿De dónde eres?”, “De Barcelona”, “Ah,
español”, “Sí, bueno, no…”, y permitir al mismo tiempo que
los miembros del movimiento independentista dejen de ser “indepes”
para pasar a integrar las filas del movimiento que más les apetezca
–anarcos, comunistas, social demócratas… Lo que sea pero ya no
“indepes” como definición “política”).
3- Y, por supuesto, la
más importante de todas, la madre de todas las razones, el Big Bang,
la explosión en pedazos del ombligo del mundo, del motivo por el
cual el Universo gira, el Imperio de España…
En fin, no sé si todo
esto son argumentos anarquistas, tampoco me atrevería a confirmar
que son argumentos de un anarquista (pues como dicen algunos, aun no
tenemos carnets), pero mientras el movimiento libertario argumenta y
se posiciona, mientras unos se lo miran desde la distancia y otros
participan, lo que sí que puedo asegurar es que muchos, aquí y
allá, no dejamos de mirar la calle… Esperando el Big Bang.
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